La agricultura del futuro será en vertical, ahorrará agua, se abastecerá con energía renovable y podrá controlarse con sistemas automáticos y robotizados para producir los 365 días del año. Así de claro lo tiene Iván García, CEO y cofundador de Néboda Farms, una revolucionaria empresa viguesa que está desarrollando «la agricultura del futuro en el presente«.

La idea surgió hace aproximadamente una década, cuando Iván visitó un museo de ciencia en Amsterdam y quedó fascinado por los métodos de cultivo basados en la hidroponía y la acuaponía. No obstante, no fue hasta hace seis años cuando retomó el tema y decidió contactar con el otro fundador de Néboda, Roberto Estévez, con quien había trabajado en empresas de automoción y con el que hacía «un buen tándem».

En enero de 2019, con el claro objetivo de crear una empresa que revolucionase el modelo de la agricultura actual, Iván y Roberto visitan Estados Unidos y acaban importando un novedoso sistema que permite cultivar vegetales de hoja y hierbas aromáticas en vertical de una forma sostenible. Desde verano de 2020, cultivan en un pequeño laboratorio de Vigo albahaca, rúcula, mostaza y algunas variedades especiales de aromáticas, plantaciones dedicadas, por el momento, a la alta cocina.

La albahaca del futuro

Junto a dos expertos en I+D y dos asesores de investigación de la Universidad de Vigo, Iván y Roberto han logrado constituir la primera empresa viguesa de cultivos en vertical que ha comercializado sus productos. «Somos agricultores del futuro en el presente: producimos y comercializamos vegetales de hoja y hierbas aromáticas de alto valor, con el conocimiento científico y la tecnología propietaria como ejes diferenciadores», explica Iván García.

«Nuestro principal objetivo es solventar los problemas de sostenibilidad de la agricultura actual«, reconoce el CEO de Néboda. Por esta razón, tratan de reducir el agua necesaria para sacar adelante los cultivos mediante hidroponía, «que nos permite reducir en más de un 90% el consumo de agua» y ofrece a las plantas «todos los nutrientes necesarios para su desarrollo».

Asimismo, trabajan para reducir su huella ecológica «porque necesitamos menos espacio y por ello frenamos la deforestación y protegemos la degradación de los suelos», además de reducir la emisión de CO2: «inyectamos CO2 a nuestras plantas porque consumen más del que hay presente en la atmósfera, por lo que podríamos llegar a ser neutros o incluso positivos a nivel huella de carbono«, explica García.

Por último, Iván insiste en el poco espacio que ocupan las plantaciones verticales, «que aprovechan todo el espacio, no solo el superficial», además de que pueden estar en cualquier lugar del mundo, incluyendo los suelos urbanizados. «Hemos conseguido validar un sistema de cultivo que permite monitorizar las plantaciones 365 días al año en los que las condiciones siempre son óptimas, en este momento estamos tratando de industrializarlo para reducir costes de producción y poder rentabilizarlo».

La ensalada del presente

«Las condiciones ideales que creamos en el laboratorio, sumadas a la ausencia de pesticidas por la falta de interacción de agentes externos, nos han permitido crear un producto con características más interesantes: el sabor es más delicioso, por así decirlo, mucho más potente y más fresco porque el tiempo entre la cosecha de la planta y el consumo es mucho menor al encontrarnos cerca de nuestros consumidores finales». Iván García reconoce que, hasta ahora, su sistema ha demostrado tener acogida en el mercado, aunque por el momento únicamente tienen clientes de altos estándares.

La Ultramar de Pepe Vieira, Silabario, Nero o Pizzería Don Marco son algunos de los consumidores finales de sus productos, a quienes llegan a través de distribuidores del canal Horeca. «Por ahora producimos a muy pequeña escala y por eso quienes compran nuestro producto son restaurantes de perfil alto o los que valoran ese punto de calidad«, reconoce Iván.

No obstante, el futuro a medio plazo podría convertirlos en la competencia directa de las ensaladas envasadas de gran calidad, pues gracias al impulso de la aceleradora Business Factory Food de la Xunta, en la que participan junto a Gadisa, podrían estar vendiendo estos productos en supermercados gallegos en el segundo semestre de este año. «Queremos reducir los costes de producción multiplicando nuestra tecnología por más de 10 y comercializar aromáticas y ensaladas envasadas de calidad superior y a un precio competitivo y accesible, que nos permita hacernos hueco».

A largo plazo, su objetivo es llevar su modelo de agricultura a otros lugares de España y del mundo, «haciendo atractivo un sector que por ahora está perdiendo trabajadores». Por ello, cuentan con planes ambiciosos entre los que se encuentran crear su propia fábrica y autoabastecerse con energía fotovoltaica, aprovechando la tecnología que ya han desarrollado y la cercanía de sus consumidores finales para convertirse en un producto de calidad, de proximidad y asequible en un futuro muy cercano.

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